martes, 22 de octubre de 2013

PRIMER COMENTARIO: SAN MANUEL BUENO Y MÁRTIR



SAN MANUEL BUENO Y MÁRTIR. Miguel de Unamuno

Cuando se percató de todo el imperio que sobre el pueblo todo y en especial sobre nosotras, sobre mi madre y sobre mí, ejercía el santo varón evangélico, se irritó contra este. Le pareció un ejemplo de la oscura teocracia en que él suponía hundida a España. Y empezó a barbotar sin descanso todos los viejos lugares comunes anticlericales y hasta antirreligiosos y progresistas que había traído renovados del Nuevo Mundo.

-En esta España de calzonazos -decía- los curas manejan a las mujeres y las mujeres a los hombres... ¡y luego el campo!, ¡el campo!, este campo feudal...

Para él, feudal era un término pavoroso; feudal y medieval eran los dos calificativos que prodigaba cuando quería condenar algo.

Le desconcertaba el ningún efecto que sobre nosotras hacían sus diatribas y el casi ningún efecto que hacían en el pueblo, donde se le oía con respetuosa indiferencia. «A estos patanes no hay quien les conmueva». Pero como era bueno por ser inteligente, pronto se dio cuenta de la clase de imperio que Don Manuel ejercía sobre el pueblo, pronto se enteró de la obra del cura de su aldea.

-¡No, no es como los otros -decía-, es un santo!

-Pero ¿tú sabes cómo son los otros curas? -le decía yo, y él:

-Me lo figuro.

Mas aun así ni entraba en la iglesia ni dejaba de hacer alarde en todas partes de su incredulidad, aunque procurando siempre dejar a salvo a Don Manuel. Y ya en el pueblo se fue formando, no sé cómo, una expectativa, la de una especie de duelo entre mi hermano Lázaro y Don Manuel, o más bien se esperaba la conversión de aquel por este. Nadie dudaba de que al cabo el párroco le llevaría a su parroquia. Lázaro, por su parte, ardía en deseos -me lo dijo luego- de ir a oír a Don Manuel, de verle y oírle en la iglesia, de acercarse a él y con él conversar, de conocer el secreto de aquel su imperio espiritual sobre las almas. Y se hacía de rogar para ello, hasta que al fin, por curiosidad -decía-, fue a oírle.

-Sí, esto es otra cosa -me dijo luego de haberle oído-; no es como los otros, pero a mí no me la da; es demasiado inteligente para creer todo lo que tiene que enseñar.
 -Pero ¿es que le crees un hipócrita? -le dije.

-¡Hipócrita... no!, pero es el oficio del que tiene que vivir.

PREGUNTAS
1.-Localiza el texto dentro de la novela. Explica qué ocurre antes y después de este fragmento. Comenta la  organización de las ideas
2.- Resumen y Tema
3.-Comentario crítico
4.- Comenta las funciones del lenguaje que aparecen, así como el nivel y registro de la lengua.
5.- Relaciona los temas que se abordan en este texto con las preocupaciones de la generación del 98 de la que formaba parte Miguel de Unamuno. (En el examen será una pregunta teórica sobre la generación del 98)

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