martes, 10 de abril de 2012

Comentario texto narrativo Beltenebros



 Vine a Madrid para matar a un hombre a quien no había visto nunca. Me dijeron su nombre, el auténtico, y también algunos de los nombres falsos que había usado a lo largo de su vida secreta, nombres en general irreales, como de novela, de cualquiera de esas novelas sentimentales que leía para matar el tiempo en aquella especie de helado almacén, una torre de ladrillo próxima a los raíles de la estación de Atocha donde pasó
algunos días esperándome, porque yo era el hombre que le dijeron que vendría, y al principio me esperó disciplinadamente, muerto de frío, supongo, y de aburrimiento y tal vez de terror, sospechando con certidumbre creciente que algo se estaba tramando contra él, desvelado en la noche, bajo la única manta
que yo encontré luego en la cama, húmeda y áspera, como la que usaría en la celda para envolverse después de los interrogatorios, oyendo hasta medianoche el eco de los altavoces bajo la bóveda de la estación y el estrépito de los expresos que empezaban a llegar a Madrid antes del amanecer (…)


También ése era un nombre de novela alquilada y pertenecía indisolublemente a aquel tiempo, no a éste, no al día futuro de mi regreso a Madrid con el propósito de matar a un hombre del que no sabía nada más que la expresión triste de su cara y los nombres sucesivos que había venido usando durante su larga impunidad clandestina. Eusebio San Martín era uno de ellos, Alfredo Sánchez, Andrade, Roldan Andrade, ése había sido su nombre en los últimos años y con él moriría. Para que reconociera su escritura me habían mostrado mensajes firmados por él, órdenes o contraseñas trazadas al azar en el reverso de un billete de Metro, escritas con una extraña sintaxis oficial. Me dijeron que manejaba una astucia de hombre invisible y que
sabía disparar tan certeramente como yo mismo y esconderse y desaparecer como una sombra. Una noche, en una borrosa ciudad italiana a donde viajé desde Milán, me enseñaron una fotografía en la que estaba él, corpulento y medio desnudo en una playa del mar Negro, con un amplio bañador muy ceñido a la protuberancia del vientre, abrazando a una mujer y a una niña de aire mustio peinada con tirabuzones, sonriendo sin desconfianza ni alegría hacia la cámara, hacia la mirada y la presencia de alguien que ahora sin duda es su enemigo y aguarda en Praga o en Varsovia la noticia de su ejecución.

Me dieron su foto y un sobre cerrado que contenía el pasaporte que él estaba esperando para poder huir y un fajo de extraños billetes españoles. Ese era el cebo, el pasaporte y el dinero que él había pedido, pero me dijeron que tuviera cuidado, porque recelaría, que nadie más que yo podría ir al
interior y ejecutarlo sin peligro, y recordaron mi pasado de tantos años atrás y mi pasaporte británico, admirando o reprobando en silencio, con un poco de rencor, la hechura de mi gabardina blanca y los puños de mi camisa con gemelos de oro. No me pidieron nada más ni me ofrecieron nada a cambio,
no me aseguraron un porvenir en el catálogo de los héroes.
                                   
                                                                       Beltenebros. Antonio Muñoz Molina




PREGUNTAS:
1.- Organización de las ideas (1,5 puntos)
2.- Resumen y tema (1,5 puntos)
3.- Comentario crítico (3 puntos)
4.- Pregunta práctica de lengua. (2 puntos)
        a)  Analiza el tipo de narrador y el uso del tiempo del texto.
        b)  Analiza la sintaxis del parrafo señalado en negrita

        c) Señala algunas figuras literarias y recursos narrativos

COMENTARIO TEXTO PERIDÍSTICO: EL NEGRO

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".
Rosa Montero. El País.

PREGUNTAS
1.- Organización de las ideas (1,5 puntos)
2.- Resumen y tema (1,5 puntos)
3.- Analiza con detenimiento los mecanismos de objetividad y subjetividad presentes en el texto.
4.- Comentario crítico (3 puntos)

lunes, 2 de abril de 2012

COMENTARIO TEXTO PERIODÍSTICO. NO FUME


A no pocos fumadores, ex fumadores y no fumadores les han podido parecer demasiado drásticas las recientes medidas contra el tabaquismo, pero hay que admitir que se atienen a una obviedad de la cultura actual: casi todo aquello que no es efectista carece de efecto social. Gracias a esta ecuación, la ley ha obtenido en estos días resultados espectaculares. El impacto mediático impulsa el cumplimiento de la inhibición personal. Así, los expertos opinan que la venta de cigarrillos disminuirá este año en torno al 10%, como ocurrió en Italia o Irlanda el año pasado.

Las 55.000 muertes atribuidas al tabaco anualmente en España legitiman la intervención del Gobierno sobre ese hábito privado. El Comité de Prevención del Tabaquismo espera que medio millón de españoles abandonen su consumo en este primer año de aplicación de la ley, y que el número de adolescentes que comienzan a fumar se reduzca en 70.000. Otro factor de legitimación de la norma es que el 70% de los 10 millones de fumadores dice en las encuestas que desearía dejarlo, aunque un porcentaje similar confiesa haberlo intentado sin éxito al menos en una ocasión. Pero la evidencia indica que es una adicción vencible, sin el dramatismo de otros abandonos.

El carácter súbito y radical de la prohibición ha suscitado una amplia casuística; ¿es un lugar de trabajo la cabina del camionero?, ¿lo es un domicilio particular para la empleada de hogar? En el límite: ¿puede fumarse en un tanatorio? No se puede; pero, ¿podría alguien hacer de ello un conflicto personal, exigir la aplicación estricta de la ley? No es difícil imaginar situaciones en las que sería razonable una cierta flexibilidad, pero si la norma entrase en su detalle, pronto la excepción se haría norma y la ley sería papel mojado.

La tolerancia no debería esperarse, por ello, de la norma o de su aplicación por las autoridades, pero sí de los ciudadanos en sus relaciones personales. Para que las discusiones familiares, vecinales o laborales a cuenta del tabaco no produzcan ansiedad adicional en los fumadores dispuestos a dejar de serlo, ni irritación que empuje a fumar a quienes nunca lo habían hecho o habían conseguido dejarlo.

"No fume (por favor)", El País, enero de 2006.

Preguntas
1.-Escriba un breve resumen del texto. (Puntuación máxima: 1 punto)

2.-Indique el tema y la organización de las ideas del texto. (Puntuación máxima: 2 puntos)

3.-Comentario crítico sobre el contenido del texto. (Puntuación máxima: 3 puntos)

4.-Responda a una de las dos cuestiones siguientes: (Puntuación máxima: 2 puntos)

a) Explique las relaciones sintácticas que se establecen entre las oraciones del siguiente fragmento: A no pocos fumadores, ex fumadores y no fumadores les han podido parecer demasiado drásticas las recientes medidas contra el tabaquismo, pero hay que admitir que se atienen a una obviedad de la cultura actual.

b) Explique el significado de las expresiones subrayadas en el texto.