jueves, 19 de diciembre de 2013

Poemas de Juan Ramón Jiménez

Lee atentamente estos diez poemas y comenta el concepto del tiempo, de la existencia, de la belleza y de la poesía que tiene Juan Ramón:


EL VIAJE DEFINITIVO


Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;

y se quedará mi huerto con su verde árbol,

y con su pozo blanco.

Todas las tardes el cielo será azul y plácido;

y tocarán, como esta tarde están tocando,

las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;

y el pueblo se hará nuevo cada año;

y en el rincon de aquel mi huerto florido y encalado,

mi espiritu errará, nostalgico.

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol

verde, sin pozo blanco,

sin cielo azul y plácido...

Y se quedarán los pájaros cantando.

YO NO SOY YO


Soy este

que va a mi lado sin yo verlo;

que, a veces, voy a ver,

y que, a veces, olvido.

El que calla, sereno, cuando hablo

el que perdona, dulce, cuando odio,

el que pasea por donde no estoy,

el que quedará en pié cuando yo muera.



OTOÑO

Esparce octubre, al blando movimiento

del sur, las hojas áureas y las rojas,

y, en la caída clara de sus hojas,

se lleva al infinito el pensamiento.

Qué noble paz en este alejamiento

de todo; oh prado bello que deshojas

tus flores; oh agua fría ya, que mojas

con tu cristal estremecido el viento!

¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,

en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,

echado en el verdor de una colina!

En una decadencia de hermosura,

la vida se desnuda, y resplandece

la excelsitud de su verdad divina.



TE DESHOJÉ COMO UNA ROSA

Te dehojé, como una rosa,

para verte tu alma,

y no la vi.

Mas todo en torno

--horizontes de tierras y de mares--,

todo, hasta el infinito,

se colmó de una esencia

inmensa y viva.



NOSTALGIA

Al fin nos hallaremos. Las temblorosas manos

apretarán, suaves, la dicha conseguida,

por un sendero solo, muy lejos de los vanos

cuidados que ahora inquietan la fe de nuestra vida.

Las ramas de los sauces mojados y amarillos

nos rozarán las frentes. En la arena perlada,

verbenas llenas de agua, de cálices sencillos,

ornarán la indolente paz de nuestra pisada.

Mi brazo rodeará tu mimosa cintura,

tú dejarás caer en mi hombro tu cabeza,

¡y el ideal vendrá entre la tarde pura,

a envolver nuestro amor en su eterna belleza!





ETERNIDADES

Vino primero pura,

vestida de inocencia;

y la amé como un niño.



Luego se fue vistiendo

de no sé qué ropajes;

y la fui odiando sin saberlo.



Llegó a ser una reina

fastuosa de tesoros...

¡Qué iracundia de yel y sin sentido!



Más se fue desnudando

y yo le sonreía.



Se quedó con la túnica

de su inocencia antigua.

Creí de nuevo en ella.



Y se quitó la túnica

y apareció desnuda toda.

¡Oh pasión de mi vida, poesía

desnuda, mía para siempre!



ADOLESCENCIA

En el balcón, un instante

nos quedamos los dos solos.

Desde la dulce mañana

de aquel día, éramos novios.

—El paisaje soñoliento

dormía sus vagos tonos,

bajo el cielo gris y rosa

del crepúsculo de otoño.—

Le dije que iba a besarla;

bajó, serena, los ojos

y me ofreció sus mejillas,

como quien pierde un tesoro.

—Caían las hojas muertas,

en el jardín silencioso,

y en el aire erraba aún

un perfume de heliotropos.—



No se atrevía a mirarme;

le dije que éramos novios,

...y las lágrimas rodaron

de sus ojos melancólicos.



AGUA EN EL AGUA

Quisiera que mi vida

se cayera en la muerte,

como este chorro alto de agua bella

en el agua tendida matinal;

ondulado, brillante, sensual, alegre,

con todo el mundo diluido en él,

en gracia nítida y feliz.



DESNUDOS

Por el mar vendrán

las flores del alba

(olas, olas llenas

de azucenas blancas),

el gallo alzará

su clarín de plata.



(¡Hoy! te diré yo

tocándote el alma)



¡O, bajo los pinos,

tu desnudez malva,

tus pies en la tierna

yerba con escarcha,

tus cabellos verdes

de estrellas mojadas!



(...Y tú me dirás

huyendo: Mañana)



Levantará el gallo

su clarín de llama,

y la aurora plena,

cantando entre granas,

prenderá sus fuegos

en las ramas blandas.



(¡Hoy! te diré yo

tocándote el alma)



¡O, en el sol nacido,

tus sienes doradas,

los ojos inmensos

de tu cara maga,

evitando azules

mis negras miradas!



(...Y tú me dirás

huyendo: Mañana)

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